PRINCIPIO N° 1
“Y cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar… para ser vistos por los hombres”
(Mateo 6:5)
Antes de presentarnos el Padre Nuestro como la oración “modelo”, el Señor Jesucristo nos lleva a pensar en la oración “pública” para darnos el mejor contraste entre lo que Dios espera de nosotros (genuina intimidad) y los dictados de la religiosidad (exposición delante de otros para mostrar una devoción que muchas veces no tenemos en privado).
Es increíble pero en muchas ocasiones somos movidos por cierto espíritu farisaico y sin darnos cuenta (aunque a veces lo hacemos a propósito) transformamos nuestras oraciones públicas en un medio para pretender impactar a quienes nos rodean.
El cristiano debería ser en la oración pública un modelo de sencillez y sinceridad, ya que no es necesario cambiar el tono de voz para hacerlo más solemne, utilizar términos que son extraños o sollozar para demostrar cuánto valor le damos al acto que estamos realizando. Ni siquiera es necesario que la oración pública sea larga, basta con que sea respetuosa, específica y fruto de un corazón sensible a Dios.
El “hipócrita” era un actor de comedia griega, quien por medio de una máscara y un dispositivo que ésta tenía para aumentar la voz, representaba ante diversas audiencias un personaje trágico o cómico, según fuere la ocasión. ¿Es posible que algunos cristianos utilicen tiempos de oración pública para estar simplemente representando un personaje que verdaderamente no son? Según Mateo 6:5, es muy probable que esto sea así. Más aún, dice el Señor que “aman” hacerlo, por lo tanto no es un tema menor evaluar nuestra oración ante otros para definir si no estamos siendo culpables de hipocresía religiosa.
Algunas preguntas directas pueden ayudarnos a evaluar nuestro estilo de oración cuando nos encontramos delante de otras personas:
Cuando oro en público…
- ¿Cambio el tono de voz? Para hacerlo más solemne, serio, más fuerte o más humilde
- ¿Hago oraciones más largas que las que hago en privado?
- ¿Utilizo términos distintos a los que uso en una conversación normal?
- ¿Utilizo muchos adjetivos para referirme a Dios?
- ¿Predico a mis oyentes?
- ¿Sollozo o finjo emocionarme?
- ¿Ordeno cosas a Dios? Pedirle cosas como si lo obligara a hacerlo
- ¿Es la única ocasión en el día en que hago una oración?Se dice que en muchas ocasiones los místicos judíos estudiosos de la Cabalá dedicaban extensas oraciones a Dios que comenzaban con una infinidad de adjetivos calificativos para referirse a Su Persona antes de siquiera nombrarlo. Esta exposición podía parecer impresionante para quienes cumplían el rol de oyentes pero con toda seguridad no conmovían demasiado a Aquel a Quien supuestamente dirigían la oración, porque como el mismo Señor lo afirma “miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Isaías 66:2)Evidentemente la oración genuina no tiene nada que ver con quienes nos rodean sino que es el lazo invisible con el cual nuestra alma se une a Dios en intimidad. Pretender transformar la oración en una “cosa pública” implica no comprender cabalmente de que se trata la misma. Cuando el Señor Jesucristo dice que los “hipócritas” religiosos “ya tienen su recompensa” significa que la única “recompensa” que pueden obtener es “ser vistos por los hombres” ya que Dios no premia la hipocresía sino que, por el contrario la castiga (Mateo 23:13-23). Lamentablemente, para algunas personas el reconocimiento humano parece ser más importante y apetecible que el que puede darnos el mismo Dios…PRINCIPIO N° 2“Mas tu cuando ores, entra en tu aposento y cerrada tu puerta ora a tu Padre que está en lo secreto…”
- La oración privada es el único medio para medir nuestro verdadero estado espiritual, por lo tanto es algo que solo conocemos nosotros y nuestro Dios. Al autoevaluarnos en esta área probablemente nos descubramos en deuda, pero esto solo debe motivarnos a buscar nuevas oportunidades para estar a solas con El Señor y mejorar nuestra Comunión con El, lo cual es la llave para una vida cristiana y un ministerio más efectivo y gozoso.
- Dígale a Dios todo lo que está en su corazón; como uno se descarga, tanto las alegrías como las penas, ante un amigo querido. Cuéntele sus problemas, para que él pueda confortarle, sus gozos, para que los modere, sus anhelos a fin de que los purifique, sus aversiones a fin de que pueda ayudarlo a conquistarlas, sus tentaciones, para que le sea posible protegerle de ellas. Muéstrele las heridas de su corazón, con objeto de que pueda curarlas, descubra ante él su indiferencia ante el bien, sus gustos depravados por el mal, su inestabilidad… Explíquele cómo el egoísmo le hace injusto con los demás, como la vanidad le tienta a ser hipócrita y cómo el orgullo le disfraza para sí mismo y para la gente. Si de esta manera vacía todas sus debilidades, problemas… no le faltará qué decir, nunca agotará el tema (algo que se renueva continuamente) Las personas que no tienen secretos entre si jamás se encuentran necesitados de temas de conversación. No pesan sus palabras ya que no hay nada que guardar del otro. Tampoco buscan que decir. Hablan de la abundancia de su corazón y dicen libremente lo que piensan. Bienaventurados aquellos que alcanzan una comunicación tan familiar y franca con Dios
- Francisco Fénelon, un teólogo francés del Siglo XVII escribió lo siguiente sobre la oración:
- (Mateo 6:6)
- “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen y a ellos dará a conocer su pacto” (Salmos 25:14)
- “El principio de la sabiduría es el temor a Jehová” (Proverbios 1:7)Estos dos textos nos proporcionan un principio para aplicar al área de nuestra oración privada, y este es: No lograremos comunión íntima con Dios hasta tanto no tengamos una verdadera conciencia de Quien es El y en consecuencia le respetemos como tal.Debemos decir que lamentablemente muchos creyentes, y aún líderes cristianos transitan la vida cristiana en medio de un sopor religioso sin tomar verdaderamente conciencia de a Quien están adorando y sirviendo. Como Job, conocen a Dios “de oídas” más nunca han establecido un verdadero contacto con El. Es interesante tomarse el trabajo de estudiar el impacto que recibieron diferentes personajes en La Biblia al tener un contacto directo con la Majestad de Dios; todos ellos fueron humillados y transformados. Creo que no oraremos verdaderamente bien en lo secreto hasta no tener en cuenta que estamos ante el mismo Dios de Abraham, Moisés, Elías y tantos otros, y no reaccionemos ante El como ellos reaccionaron. Esta es una experiencia personal e íntima con Dios, la cual no es necesario publicar a los cuatro vientos, porque al ser ese nuestro estilo de oración, sin que digamos nada, las personas que nos rodean sabrán que hemos estado en comunión con El Señor.A Jorge Müller en cierta ocasión poco antes de su muerte se le preguntó si oraba mucho. La respuesta fue la siguiente: “Algunas horas todos los días, y además vivo en el espíritu de oración, oro mientras estoy caminando, mientras estoy acostado y cuando me levanto. Estoy constantemente recibiendo respuestas. Una vez que estoy persuadido de que cierta cosa es justa, continuo orando hasta recibirla. ¡Nunca dejo de orar!”El Apóstol Pablo fue muy enfático al escribir en su carta a los Filipenses las siguientes palabras:Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe, a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en su muerte” (Filipenses 3:8-10)Nada era más importante para el Apóstol que conocer a Cristo. Humanamente podía alcanzar logros y obtener cierta trascendencia pero él entendía que debía, y aún anhelaba, dejar de lado sus capacidades y victorias humanas con el sólo fin de conocer a Cristo en profundidad. Hoy en día nos cuesta mucho abstraernos de las responsabilidades cotidianas para apartar un momento sublime de oración porque estamos más preocupados por ocupar nuestro rol en la sociedad que por descubrir las riquezas que se hallan en la Presencia de Nuestro Buen Señor y Salvador.El consejo del Señor Jesucristo era muy simple y directo: Regularmente necesitamos buscar decididamente un tiempo a solas con nuestro Padre Celestial. Es algo que debe ser hecho adrede y no el resultado de un cierto “espasmo espiritual” que depende vaya a saber de que circunstancias para que se transforme en una realidad continua.Entender Quien es El y anhelar Su Presencia nos llevarán a momentos inolvidables de mayor intimidad y profundidad en nuestra oración privada…